jueves, 14 de agosto de 2014

Grandes Gónadas de la historia. Avance. (II)



Vamos a volver un ratejo con la aclamada sección “Grandes gónadas de la historia”, anticipando un par más de esos señores con unos atributos sexuales primarios tan grandes que si se les llegan a caer al suelo se hunden hasta el núcleo de la tierra y lo apagan por aplastamiento. 
De nuevo repetiremos que se trata solo de anticipar un poco entradas futuras dedicadas a ellos[1].

Gonzalo Fernández  de Córdoba.  Empezamos con alguien a quien llamaron “El Gran Capitán”. Que no se le llamó “El capitán que no estaba del todo mal” o “El capitán que te vale para un apaño”. Destacará, ya de joven, en la conquista de Granada, donde el asedio empezaba ya a durar demasiado. Las cosas como son, ya quedaba muy poquito de Al-Andalus y podría parecer que no corría tanta prisa la conquista, pero hay que recordar que según cuenta la leyenda, la reina Isabel prometió no volver a lavarse hasta que la plaza granadina fuera tomada y seguramente le debamos al Gran Capitán que el tifus no haya arrasado España en el S. XV. 
El Gran Capitán, en su inmaculado caballo blanco, con pinta de no haber estado en la batalla, mira el cadáver del duque francés enemigo con cara de "Qué se le va a hacer, así es la vida".

Los granadinos que por el motivo que fuese, a saber, trataban de impedir el asedio[2] y a Gonzalo se le ocurre arrancar las puertas de las casas para tapar con ellas las máquinas de asedio y proteger a los operarios[3]. También se dice que fue él en persona quien se subió a la muralla, cogió a Boabdill del cuello y le dio de collejas para que llorara por algo con razón.
Pero el hombre ya se sale en la conquista de Italia. ¿Recordáis que el reino de Nápoles perteneció a la Corona de Aragón durante varios siglos? Pues es este señor quien lo conquista. Con varias guerras contra los franceses a los que también les interesaba el sitio.
Por si fuera poco, las reformas que realiza en el ejército serán el punto de partida de la creación de los tercios más adelante, el ejército de infantería más preparado de la Europa moderna. Reformas como dejar la caballería solo para chanfainar a los que huyen y no para romper las líneas enemigas, dar prioridad a la infantería, dividir el ejército en varias líneas y fragmentar en compañías manejables y con buenos mandos los numerosos batallones.
Y la chulería y el gonadismo supremo vienen cuando, en un momento de su carrera, Fernando el Católico le pregunta que qué está haciendo con los duros de la corona, que están las arcas del reino con menos cuartos que uno que se está bañando. Seguramente sea una leyenda, pero se cuenta que le contestó por escrito lo siguiente (hay varias versiones, pero la esencia es la misma en casi todas): Por picos, palas y azadones, para enterrar a los muertos del adversario, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de los cadáveres enemigos, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.[4] 

Hernán Cortés. Aquí sé que me la juego, que sobre todo fuera de España es un tema muy sentido. Sin querer generar polémica tan solo pretendo que tratemos de verlo en el contexto: Se acaba de descubrir un nuevo mundo del que no se sabe nada y del que todo son leyendas; Para llegar a él hay que meterse en un cascarón de madera y cruzar el Atlántico en un viaje de semanas de duración. Una vez allí puede pasar cualquier cosa y sólo para eso ya hay que poseer unas gónadas considerables. Si encima no solo tienes que enfrentarte con el entorno, sino que además te enemistas con los gobernadores y saldas el problema con torería, no me queda otra que meterle en esta sección.

Hernán Cortés, con faldita y báculo, con cara de haberle despertado de ls siesta para el retrato y no tener muy claro qué estaba pasando.

Primero llega a Cuba y es nombrado alcalde de Santiago de idem[5] y ya se enquista con el gobernador de la isla Diego de Velázquez, a quien su bufón personal[6] le vino a decir, con otras palabras: “Macho, el tal Cortés es un trepa de preocupar y como te descuides te come la merienda, te levanta la churri y te deja con los pantalones por el tobillo”. Palabras más o menos. Va a la cárcel acusado de traición y todo, pero algo haría que sale de prisión como si nada y encima se casa con la cuñada del gobernador. Primer apunte de gonadismo.
Ya en Veracruz, por aclamación popular[7], decide nombrarse capitán general y así pasar a depender directamente del rey, puenteando al gobernador de la zona, que venía siendo el citado Velázquez. Si es que a los bufones hay que hacerles caso.
Siendo capitán general ya las expediciones para descubrir nuevo territorio las organiza él y no el gobernador, así que elige a unos hombres para ello. Muchos de sus hombres no estaban muy contentos con eso del autonombramiento que no veían muy legal[8] y estaban con lo de que si nos volvemos a Cuba o a España o que ya casi mejor empezamos la obra después del verano que con el calor no apetece… Cortés se quitó el palillo de la boca, lo arrojó al suelo y debió juramentar:
-          ¡Me cago en todo lo que se menea! ¿Qué os queréis volver? ¿Con qué barcos, hijos de…[9]?
-          Esto… ¿Con estos de aquí? – Debieron señalar con el dedo sus hombres, pensando en que su capitán estaba pedo ya de buena mañana.
Cortés, versionando el chiste de “no hay brazos, no hay galletas”, inutiliza los barcos para que no les quede otra a los suyos que o quedarse en la costa con cara de pasmaos o meterse con él en la expedición al interior. ¿Son o no son gónadas? La leyenda habla de que quemó los barcos y hay que imaginárselo con una antorcha en la mano, cara de loco y gritando a los cuatro vientos con ataques intermedios de risa malvada: “¡Usad ahora los barcos si podéis!”. Pero realmente no los quemó, los barrenó, es decir, inutilizó agujereándolos, arrancando partes vitales, dándoles la vuelta…. Pero usando los restos para otras cosas, que era español y por tanto chapuzas y apañado. Los barcos, la verdad sea dicha, en muy buenas condiciones tampoco estaban y seguramente no hubieran aguantado un viaje de vuelta a España, pero el “quemar las naves” pasó así al lenguaje popular y la escena tiene todos los ingredientes para participar en los premios anuales método P.E.LM.A a la gonadez suma.


Como curiosidad chorra, en los billetes de los años 30, Cortés ganaba a Gonzalo por 400 de las antiguas pesetas.

Y más modernamente, Cortés mantuvo la diferencia. ¿Hacemos una petición para pedir billetes de euro de los señores de grandes gónadas de la historia?

Pues lo dicho, ya hablaremos más de estos dos señores y de sus gónadas, pero solo quería anticipar un par más y volver a escribir una entrada que llevaba ya mucho sin hacerlo.


[1] Las haremos más tarde, luego ya si eso, más o menos cuando los dragones de Daenerys lleguen a Poniente.
[2] Cualquiera que los viera defenderse diría que se estaba mejor en Granada, fresquito en los perfumados jardines de la Alambra que criando ovejas en la estepa castellana.
[3] Nos gustaría recordar que hay muchos medicamentos que si los  tomas no puedes después manejar máquinas de asedio, que hay muchos a los que se les olvida y pasa luego lo que pasa con las catapultas y los arietes y vienen los uy uy uys y los madre mías.
[4] Vamos, que ya puedes ser quien seas, que si le dices eso a un rey acabas limpiando las letrinas de el Muro. Por mucho menos se han secuestrado revistas en España y hace mucho menos tiempo. Pero no me negaréis que la chulería es grandisérima.
[5] Y no sería tan malo que ni soterró autopistas, ni endeudó a los cubanos buscando los juegos olímpicos repetidas veces, ni nada de eso.
[6] En efecto, los bufones no solo eran cosa de reyes, también de altos cargos. Hoy día lo más que tienen son periodistas que salen por televisión, pero que no dejan de ser graciosos también.
[7] Él no quería, pero la gente insiste e insiste y para que se callen los cansinos, pues tuvo que hacerlo el pobre, pero casi sin ganas.
[8] Que no lo era, las cosas como son.
[9] Insertar pitido aquí.